SE HACE EL DOCUMENTAL AL FILMAR
Hecha principalmente por mujeres y centrada en mujeres, esta ópera prima documental dirigida por la también sonidista Paula Chávez nos adentra en el ritmo frenético que vive una mujer, siempre con el tiempo en contra, ajustando su agenda para poder cumplir con cada pendiente. Este mismo ritmo agitado es el del documental, que se hace también a contracorriente, que se replantea y se piensa incluso mientras su directora espera el semáforo camino a casa. Para estructurar cinematográficamente estas historias, Paula Chávez recurre a los mismos recursos que solemos emplear las chicas para llevar la cuenta de los días, para organizar las tareas: líneas de tiempo, calendarios, anotación de fechas y demás. Un ejercicio que les sirve tanto a las entrevistadas como a ella misma para apreciar el tiempo transcurrido, ese “tiempo para mirar el tiempo”.
Las tres voces principales que componen el relato son Sandra, Cynthia y Mona. Ellas comparten una relación amical de larga data con la realizadora, lo que le permite a Paula mayores grados de intimidad para recoger sus respectivas historias y las emociones en las que derivan. Las entrevistadas (o protagonistas) también participan activamente del metraje con sus propios registros, aportando sus testimonios en video para suplir los espacios de tiempo imposibles de agendar para un registro directo con el equipo de realización.
Ser madre “añosa” (las que llegan a la maternidad entradas en años), ser madre de una niña con necesidades especiales, ser novia, ser hija, ser profesional, ser realizadora: ser siempre muchas cosas y además intentar que todo esto nos salga bien, es un peso que se siente en ellas mientras narran, intervienen, conteniendo o bebiendo sus lágrimas.
No es un detalle menor que directora y equipo: Paula Chávez en la dirección; en la producción, Andrea Huaranccan; dirección de fotografía y cámara, Lauraluz Correa; y, en la edición, Alessandra Gamarra, sean también personajes del documental y que el proceso del mismo aporte también acción dramática, por así decirlo. El documental se va contando a sí mismo — aquí no hay tiempo para el misterio—. A mi parecer este detalle de transparentar el proceso en el desarrollo de la película misma acerca aún más al espectador, y si este es femenino quizá la empatía que se genera sea aún más fuerte.
A pesar de todos estos ritmos cotidianos, y ese parecer que nuestras vidas —las de mujeres— pasan en un santiamén, no puedo reconocerme, ni reconocer a muchas en ellos. Este pulso frenético productivo no acompaña a muchas de mis congéneres: están también las contemplativas y las que han dejado de medirse para entrar en el vestido social. Este documental trata más de aquellas que van al ritmo o más apresuradas que el reloj, y guardan esa semejanza de ritmos con la directora y su equipo. Encuentro en su discurso una admiración por estos avatares, por esa voluntad que se erige sobre el cansancio, por la fuerza que denota cierta neurosis por cumplir metas que ni el tráfico limeño logrará impedir.
Dixia Morales / Andares Cine
