Esta es una primera entrega sobre cinco películas cortas de la competencia peruana del segundo festival Lima Alterna cuyas relaciones estéticas entre sí iremos descubriendo con el paso del texto.
La prolífica realizadora y gestora cultural trujillana Carmen Vásquez Uriol continúa experimentando formalmente con las texturas de los formatos caseros de baja definición y ahora entrega Ágape, una libre interpretación audiovisual de dos minutos del poema homónimo de César Vallejo del que conserva su romanticismo y melancolía sobre alguien querido que nunca regresa.
Como en sus anteriores Los días de mi vida (de 10 minutos) y La muerte y yo (de 6), Ágape -escuchándose campanillas de fondo- mantiene el tono pasional en sus textos, evocando sentimientos y aludiendo emociones que trascienden los hechos puntuales que los provocan. Estas tres obras son conversaciones de la directora consigo misma acerca de estados de ánimo efímeros que el cine atrapa para poder revisitar y posteriormente continuar con cada nuevo trabajo suyo.
Aquellos diarios fílmicos de porosa textura digital lucen frágiles, evanescentes, como piezas que individualmente parecieran diluirse tras cada visionado pero que se sostienen continuamente por la voz autoral atribulada aunque incesante de Carmen Vásquez Uriol que las enlaza y extiende.
Desprovisto de texto oral o subtitulado, también visualmente evocativo, pero cuidadosamente más formalista, es el trabajo de Andrea Franco Batievsky, quien radica en Los Ángeles y se anima a filmar sus obras de corta duración en el formato de 16mm. Y así es que pasamos del píxel grande al grano fotográfico. Notes on connection es una serie observacional que tiene al mar del Pacífico como protagonista y a la vinculación sensorial de su directora con ese escenario natural como intemporal derrotero narrativo. Iniciada en 2016 y continuada en 2019, su reciente tercera parte de 2021 propone un onírico enlace entre las playas de Malibú (Estados Unidos), Tijuana (México) y Ancón (Perú) como parte de un mismo, recurrente e imaginario viaje personal por las sensaciones que aquellas aguas le suscitan.
Si bien el mar (y el cielo que lo enmarca), sea bramando o callando, es la materia principal de sus películas, en Notes on connection III la cámara de Andrea Franco se desajusta del paisajismo y de su propuesta más sensitiva cuando reposa su mirada en los bañistas de la playa de Ancón como quien se recuerda a sí misma de pequeña. Sutil gesto que nos acerca más emocionalmente a esta obra que quizás más que un sueño simula un deseo.
Así mismo como un regreso a casa después de estar y sentirse lejos, es la intención que plantea el trabajo de la también productora chiclayana Jaisia Figueroa con Volver a casa. Con tan sólo dos planos tomados desde un helicóptero del Ejército Nacional del Perú que va descendiendo sobre el desastre causado por un desborde fluvial en la carretera Panamericana Norte entre las regiones de Lambayeque y Piura, Figueroa -en la voz de Marcela Navia con una armonía de cajita musical de fondo, compuesta e interpretada por Marisol Cao Milán, que marca el tono nostálgico del relato- transita paulatinamente de las memorias de un reciente viaje en solitario por el centro de Europa hacia Moscú a las afligidas emociones de un inevitable retorno a casa que también significa para ella no sólo el fin de un largo trayecto sino el de una etapa de su vida en el extranjero.
Como ese helicóptero desde donde vemos la inundación, con esta corta película Jaisia Figueroa sobrevuela la incertidumbre y el miedo de aterrizar sobre escombros, sobre asfalto que ella creía conocer pero cuyas bases podrían estar colapsadas como la carretera. Si bien es un paralelismo que podría parecer bastante tremendista, la cajita musical me convence de lo contrario.
Por su parte, Sábado de Nadir Cárdenas está hiperconectada en su propio presente (pandémico) a través de la experiencia performativa que es la obra en sí misma. Es uno de los trabajos peruanos que explora más desinhibidamente los recursos del desktop cinema: interviene el encuadre cinematográfico con programas informáticos y aplicaciones virtuales -como YouTube, Zoom, Instagram, Whatsapp- con una vorágine de (audio)visualidad que satura voluntariamente la narración. Obviamente una narración tan disgregada como la dinámica habitual de navegación entre plataformas, redes sociales y vida cotidiana. La vida en las pantallas.
Más allá de su propuesta inmersiva en escritorios digitales e interacciones varias, Sábado reflexiona sobre el sentido de la performance, como corresponde, con acciones mismas: lúdicas, evasivas, cotidianas pero liberadoras como el fin de semana para quienes la rutina les somete a diario. Propósito que queda explícito con el video compartido en el encuadre de la cantante afroamericana Erykah Badu donde expresa que la performance es una propuesta de diálogo con el cuerpo, sea asertivo o incómodo, a propósito de los 10 años de su icónico videoclip Window seat en el que se desnuda en pleno Times Square de New York. Es la única escena subtitulada del inglés de todo el cortometraje al contrario de la canción Bitch, don’t kill my vibe -traducido al peruano como “Flaca, no me la bajes”- del también afroamericano Kendrick Lamar que cierra la película con un zoom in de un encuadre amarillo con la silueta de Nadir Cárdenas bailándola y que no necesita mayor explicación.
Aunque en la acepción más canónica de la teoría del tío Bill Nichols, Entre las plantas también sería una película performativa. Pues su director, el antropólogo visual de la Universidad de Leiden y fotógrafo neerlandés Mark Lindenberg, expone (e interpreta) a través de la película su experiencia personal con los efectos de las plantas medicinales (ayahuasca, piñón, chacruna, mapacho y coca) que experimenta en plan de excursionista autoexotizado.
Como consecuencia de la estadía que Lindenberg realiza para su película, se manifiesta una relación afectiva con la familia de curanderos durante su convivencia: Julio, Karina y Flora, más la incondicional compañía de las aves de corral que hacen las veces de espíritus benignos que cuidan a los pacientes como él. Y así circula de la rutina rural en un pueblo de la región Ucayali al viaje alucinógeno que el ayahuasca le propone. Entretanto, intenta entender toda esa experiencia desde un lado más consciente, describiendo las reacciones físicas de su tratamiento espiritual mientras reflexiona sobre el proceso emocional que todo ello conlleva. La razón y la emoción como condiciones inalienables de los humanos cual sea el contexto.
Si bien Entre las plantas es un documental antropológico bastante convencional -de esos que los profesores gringos piden a sus alumnos también gringos registrar de estos lares con más asombro que vuelo creativo-, en la última escena de la película, a oscuras, Flora le pide a Mark cariñosamente que sea paciente, que no desespere, y entonces la película se silencia, acaba. Entiendo así que las experiencias en sí también pueden llegar a ser puntos de llegada, destinos cinematográficos inasibles pero reales.
Ahora que lo encontré hacia el final, es aquí donde dejo el título del texto:
LA EXPERIENCIA COMO ESPACIO
John Campos Gómez / Andares Cine